Las Estaciones

Hace algunos ayeres, en una latitud más al norte de dónde resido habitualmente, experimenté el último día de verano y por ende el primero del otoño. Ese viaje en bicicleta me hizo recordar que mis pulmones son muy delicados cuando de frío se trata.

¿Cuál es la razón que llevo a la Tierra a tener el eje inclinado 23 coma 5 grados? Simple y sencillamente...¡Ninguna! O dicho de forma más amable, el movimiento de cuerpo rígido, el mismo del típico ejemplo del trompo que ya nadie conoce, y que también hace que antes de caer una moneda, ésta gire en su danza hipnótica durante unos instantes, justo antes de decidir nuestra fatídica suerte.

Bamboleándose entre eternos vaivenes y jaloneos gravitacionales, vamos nosotros, cuál pasajero impávido en microbús, sufriendo los efectos de recibir menos, o más, radiación solar que nuestros vecinos, habitantes del mundo donde todo gira al revés y cuyo oscuro destino, también se encuentra privado de un final feliz.

Ojalá esté metro no tuviera estaciones
pues no quiero transbordar...
Voy camino a ninguna parte
¡pero tengo prisa de llegar!


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